Cada cual es de su padre y de su madre (afortunadamente) y viva la mezcla y la diversidad.
Pero
nada, ahí están esa suerte de sujetos prejuiciosos y débiles de carácter que
tiran de refranero popular para enjuiciar y sancionar la conducta de los demás, sin más armas que el frágil batiburrillo moral que han adquirido desde la tierna
infancia a fuerza de pareado ramplón.
Supongo, no obstante, que existirán grandes estudiosos del tema, auténticos expertos en la materia,
con sus profusas tesis doctorales bajo el brazo, erigiéndose como verdaderos
gurús del entendimiento humano y referencias absolutas del comportamiento sabio y
correcto.
Y yo
aquí, perdido en este relativismo moral que me vapulea de un lado a otro del
contorno legal, haciendo uso ilegítimo de cama propia y ajena hasta la hora de
comer, compartiendo mi existencia con gente de mal vivir, convencido de que
dios me quiere matar, dándole esquinazo a Vicente, eligiendo siempre el árbol
que menos sombra da, dejándome el cántaro en casa cada vez que voy a la fuente y metiéndole fuego al fraile sin necesidad de hurgarle.
Pero lo que
estoy intentado decir, que siempre fui hombre de pocas palabras (por el rollo de las moscas) es que soy un perfecto idiota, una persona
intratable y huraña, que ha hecho sufrir a toda
persona que cometió el error (o más bien que tuvo la desdicha) de arrimarse a
mí.
Soy
culpable de ser un memo, de haber cogido siempre el camino equivocado, de
complicarme la vida de manera absurda, de perder siempre toda partida ganada;
en una palabra soy un perdedor, un ser con los genes desordenados, con el
cerebro del revés, con dos pies izquierdos, un ser ridículo, una pieza que
sobra del puzzle.
Y aunque no pretendo emular en sinceridad a nuestro querido monarca, y como no podía ser de otra forma toda disculpa llega tarde y mal, lo cierto y verdad es que en el pecado llevo la penitencia.
Y aunque no pretendo emular en sinceridad a nuestro querido monarca, y como no podía ser de otra forma toda disculpa llega tarde y mal, lo cierto y verdad es que en el pecado llevo la penitencia.
4 comentarios:
Está muy bien. El problema son los nabos que utilizan el refranero para aplicarlo a conveniencia y olvidando su auténtico contexto. Un abrazo.
Las compañias se buscan o se encuentran pero cuando se mantienen es por algo que nadie puede explicar... en lo relativo esta la medida incalculable de la verdad, ¿ Quien es menos conveniente... el o yo?
Genial tu entrada, muy atrapante.
Saludos almendrados ;)
lo que dices es muy ilustrativo de adonde hemos llegado
un abrazo
andas con la artérias abiertas en canal y mostrándolas al viento. bravo, no es fácil.
un abrazo.
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